lunes, 5 de noviembre de 2012

Artaud y el eco


Carta a los poderes, teniendo al ser humano es un ente de cambios, de metamorfosis, de creer en un mundo mejor a pesar de haber enviudado de esposa, hija, madre, tronco, manos y cabeza, pero por sobretodo de la ética de su sistema, de la duda de su bandera con la escencial búsqueda de encontrarse a sí mismo, este es el ejemplo tácito del cambio que nesesitaba aquella entreguerra y sociedad, en la plena cuspide de su prioridad racional por encima de la virtud de la humanidad, concepto que la define en sí como tal, lo humano. Y es porque lo humano en el hombre es sólo un camino, una opción, el hombre también puede ser un perro.

De alguno forma supe que no hablaba de magia, ni que podria convertir el agua de la llave en vino, sino de algo que nos faltaba despertar, las ganas de luchar por el cambio, de seguir creyendo en una utopía de Tomas Moro, de algo que se siente en el ambiente, que no puedo tocar ni probar con los labios y servirlo en bajilla de catador, ese ser supremo que deseando salir a pesar de la rutina canalla (y morando en el cuerpo inclusive del hombre que no es docto en la Biblia o que no conoce a Moisés), nos hace distintos del animal, porque elige y elige bien.

La estética de artau nos comenta eso, la naturaleza del hombre que no ha llegado a ser, del que pinta de blanco todo lo que defina que es bueno y con esto citando al filósofo Sartre, definimos al mismo como un mundo donde el omnipotente puede ser distinto, que obedesca las leyes, que sea crítico o que luche por sus ideales, sin las riendas de la represión tanto politica como religiosa. No puedo omitir esa algarabía hacia la figura de Dalai-Lama, foco de su sueño esperanza. No era partidario de la sintaxis obviamente, del terno silogísmico, de la filosofía a papel y contrato, pues sumía sus fuerzas en el grito de la juventud que no cesa, y si es que existía pese a todo. Artau claramente no estaba sólo, la crisis mundial y “La Gran guerra” grabaron cicatrices en el espiritu colectivo capaces de parir a un “1984” o un “mundo feliz”, la proyección global de hasta ese entonces del futuro predicho para los sobrevivientes, en su mayoría mujeres, niños o de la tercera edad, vanguardistas posibles del sistema. Se había definido tanto el espíritu y la libertad (sobretodo en filósofos como Kant, Hegel y Sartre) que la acción palpable sólo a nivel de vivencia sería posible sintiendo, no razonando, sientiendo como la lírica, como las cartas de Artau, como aquello que nos queja día a día, la inconciencia del mundo, el eco mudo del devenir.

¡Cartas a los poderes aquí!   www.revistakatharsis.org/Artaud_carta_poderes.pdf

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