En el presente ensayo realizaremos
un análisis de tres poemas de Elicura Chihuailaf en torno a la idea del lazo
entre el hombre y el territorio. Resulta relevante tomar como punto de partida
la delimitación de esta literatura, perteneciente a la subjetividad mapuche, al
posicionarla dentro de lo que entenderemos como “literatura menor”, para lo
cual nos serviremos de la teorización de Deleuze y Guattari. Luego, y a partir
de lo anterior, haremos una reflexión acerca del papel que juega la pertenencia
a un territorio en la configuración de
la identidad. De esta manera, será objetivo primordial el intentar dar cuenta
de cómo ésta dimensión de la identidad relacionada al territorio se manifiesta
por medio de la literatura, y más particularmente cómo la expresan los
hablantes en la poesía de Chihuailaf.
Deleuze
y Guattari plantean que una literatura menor consta de tres características: la
desterritorialización del lenguaje, el despliegue de lo individual hacia lo
político y un carácter colectivo de todo lo que comunica. Podemos situar la
poesía de Chihuailaf dentro de estos términos porque, en primer lugar, los
autores señalan que “una literatura menor, no es la literatura de un idioma
menor, sino la literatura que una minoría hace dentro de una lengua mayor”
(Deluze, 28). La desterritorialización del lenguaje en la poesía de Chihuailaf
surge de la utilización de una lengua mayor, que en este caso es el
español, para expresar una interioridad
y materializar la voz de la minoría a la que corresponde la subjetividad
mapuche. Esto se da mediante la salida del poeta fuera de su territorio
idiomático de origen. Enuncia en una lengua que, sin conocer las raíces del
autor, al menos podríamos reconocer que no es propia del mundo que en el poema
se evoca.
Luego,
en la literatura menor, todo discurso adopta un carácter colectivo. Esto quiere
decir que se enuncia desde la individualidad, adopta el valor de ser la voz de
todos los que pertenecen al grupo minoritario. En la misma línea, todo es
político. Deleuze y Guattari señalan que “lo que el escritor dice totalmente
sólo se vuelve una acción colectiva, y lo que dice o hace es necesariamente
político, incluso si los otros no están de acuerdo” (30). Esto se debe
nuevamente a que, al momento de alzarse la voz de la minoría, inmediatamente
sale a la luz la marca de la diferencia de fuerza y poder de una cultura sobre
otra.
Dentro de los rasgos que nos
permiten dilucidar a lo mapuche como minoritario tenemos dato histórico desde
el poema fundacional de Chile que es La
Araucana de Alonso de Ercilla. A partir de éste tomamos conocimiento de la
guerra que se entabló con este pueblo desde el periodo de la conquista, lo que
significó un primer momento de decreción en su población. En la actualidad,
corresponde a uno de los pocos pueblos aborígenes que se mantienen con vida.
Junto con ello, tenemos el factor de que corresponde a una población que posee
una cultura y una cosmovisión muy diferente y aparte de la del resto del país
dentro del que se encuentra circunscrita. Todo esto ya nos otorga de entrada
una base para entender la marginalidad asociada a este pueblo.
La cuestión del territorio es otro
elemento importante si queremos aproximarnos a la cultura mapuche. Ya habíamos
mencionado el relato épico de La Araucana
donde, precisamente, se trata el evento de la lucha y la defensa del territorio
y la dinámica de la colonización de Chile. El hecho de que sean llamados “araucanos” o “el pueblo araucano” es
evidentemente una cualidad que pone a esta cultura en directa relación con el
territorio en que habitan. El hecho de que hoy en día gran parte de la escasa
población de esta cultura haya emigrado hacia zonas urbanas no quita que en
ellos exista una identificación relacionada al lugar de origen, y será en este
aspecto el que en la literatura nos devele el carácter político de la
literatura menor. Donde ocurre una literal desterritorialización de los
individuos, el discurso sigue apuntando a la cultura de origen.
No obstante lo anterior, es
importante dejar en claro que el concepto de lo minoritario asociado a esta
cultura no se respalda en cuestiones como el número de individuos ni las
restricción del territorio que habitan, sino más bien a la relación que se
establece entre una cultura que no es dominante y la que impera. Es decir que
se funda en una relación de fuerza.
Para
tratar más detalladamente el tema de la identidad influenciada por un
territorio, primero, debemos preguntarnos en qué consiste la construcción de
identidad. Para ello podemos rescatar la propuesta de Berger y Luckman, quienes
señalan que es “un fenómeno que surge de
la dialéctica entre el individuo y la sociedad” (240). En base a esta idea,
podemos considerar que el espacio o ambiente en que la sociedad se desarrolla
corresponde a uno de los factores más fundamentales en esta construcción a
nivel individual.
Podemos afirmar que las sociedades
actuales consisten en una serie de identidades que conviven en un mismo
territorio. De este modo, la identidad nacional, de la que hablan García de la
Huerta y Ruiz, posee una homogeneidad ilusoria que se puede ver delatada en
ciertas literaturas.
El
fenómeno de la desterritorialización que hemos venido observando en la poética
de Chihuailaf se ve mucho más materializada en la acción misma de anexar en su
obra las versiones de los poemas tanto en español como en mapudungun. Esto de
por sí se muestra, para el lector a priori
o winca, como un discurso carente de
sentido por la falta de inteligibilidad que nos supone. Sin embargo puede
resultar ser muy rico en su aspecto musical. De las propuestas de Deleuze y
Guattari rescatamos que en este ejercicio bilingüe “mientras el sentido
articulado era un ruido desterritorializado, pero que se reterritorializaba en
el sentido, ahora será el sonido mismo el que va a desterritorializarse sin
compensación, en forma absoluta. El sonido o la palabra que atraviesan esta
nueva desterritorialización no son lenguaje comprensible, aunque se deriven de
él” (Deleuze 35). Es así que la lengua a la cual se adjunta este autor, el mapudungun, adopta un
carácter que en sí mismo se sostiene, casi musicalmente, como “materia
viva expresiva que habla por sí misma y ya no tiene necesidad de estar
formada”(Deleuze 35). Es importante señalar en este punto la consideración a la
percepción existente en el lector en torno a la poética de Chihuailaf, debido a
que si hacemos caso omiso de esto, parecerá que el idioma nativo del autor se
hallará completo de sentido y estructurado sistemáticamente. Es por ello que el
conjunto autor-poética-lector, hacen posible la existencia de una expresión
“autosustentable”: el hablante es dotado de un mundo inmenso que enuncia
mientras que el receptor/lector lo acoge hasta donde su sentido o percepción es
capaz de transfigurarlo. De allí que a primera vista se piensa el mensaje como
encriptado aunque enriquecido, con ganas de ecolalizarlo.
La poética de Chihuailaf responde a una
cicatriz social que se halla explícita tanto en el manejo del lenguaje a nivel
morfosintáctico y fonético, como en lo semántico, aquello que deambula en el
fondo de sus amplias fachadas de paisajismo. (Deleuze 39) El culto al pasado,
su preservación y perpetuación, de igual forma lo es la imagen de destrucción y
el corrompimiento de la inocencia funcionan como elementos que ejercen presión
en la poética, desde múltiples direcciones. Las visiones de lo propio, en juego
con los centros de poder y sus respectivos paradigmas implícitos e impuestos
dentro de la lengua, son factores que impulsan a modo de unión, un producto y a
la vez una apariencia de todo el movimiento que se está generando. Cabe
recalcar que aquella límpida perspectiva, autóctona, que el idioma del autor
guarda dentro de sí para salvaguardar las nociones y el peso cultural de su
propio pueblo, se ve transgredida (aunque no completamente perdida) debido a la
adaptación que significa mover la
expresión de cierto idioma a otro.
Musicalidad / Silencio No es sino a través del
silencio que surge la música, el indicio, la relevancia de la onomatopeya y lo
primeros sonidos que nos fueron tan afines en la infancia, pese a no ser del
todo comprendidos.
“Quien se asume en lo que es [...] se está
valorando a sí mismo, se está respetando a sí mismo y si eso no ocurre no
podemos pedir que valoren a los demás, que valoren a los demás” (Chihuailaf,
5’04”) enmarca el concepto de desterritorialización en el impulso de lo propio,
el asumir la realidad íntima en pos de otras que se hallan en el mismo proceso
de surgir, algo posible de ver en la poética de Elicura cuando los jardines
diversificados en flores asumen una imagen poética.
Al
adentrarnos en la poesía de Chihuailaf hallamos una serie de imágenes poéticas carentes de metáforas en su
mayoría aunque no en su totalidad, debido al contenido mítico y ritualístico
yacente en su obra: Surgen el Azul, el Canelo, Los Ancestros, entre otras
varias, como figuras de peso aunque sin sentido figurado (Deleuze 37). En los
tres poemas que abordaremos, que son “Sueño Azul”, “Para sanarte vine me habló
el Canelo” y “La llave que nadie ha perdido”, se alberga léxico ligado a la
anatomía como lo son “manos” “estómago”, “hígado”, “riñones”, “nervios”,
“huesos”, “venas”, “ojos”, “oído” y
“corazón”, lo cual nos da indicios del sentido humano corporal que
subyace dentro de la obra.
Podemos apreciar que los elementos
propios de la cultura, el paisaje y las costumbres corresponden al soporte
semántico. Las metáforas de naturaleza abundan, así como las menciones tanto al
color azul, al sueño, a los ancestros,
que son fundamentales en la cultura mapuche.
En
el poema “Sueño Azul”, nos encontramos con una suerte de macro isotopía
relacionada a la cosmovisión mapuche. Desde el título nos encontramos ante dos
elementos que son muy fuertes en esta cultura: el sueño y el color azul,
relación que da a luz el concepto de espiritualidad. El poema parte
describiendo una locación: “La casa azul en que nací está/ situada en una
colina”(Chihuailaf), con lo que el hablante inmediatamente nos lleva a situar
la imaginación en el punto de origen, nos ofrece una imagen poética que que
personifica a toda la cultura, y abre paso a la descripción del espacio natural
en que nace el hablante. La mención a los diferentes tipos de árboles que son
característicos de la zona sur de Chile (robles, hualles, sauce, nogales,
castaños) y de la vegetación en general, se encuentran englobadas en una
isotopía relacionada a la naturaleza del territorio en que se forma, donde
tenemos a los animales, el paisaje con sus riachuelos, bosques, colina, viento,
piedras, volcanes y las estaciones del año. El texto comienza a partir de una
visión concreta del cotidiano del pueblo mapuche, recuerdos de actividades con
seres queridos y de pasados remotos muy similar a la poética de Teillier, sin
embargo, podemos apreciar avanzado el texto que en el fondo del mismo, empieza
a desparramarse y a describir principios universales y grandes temáticas (como
lo son el Universo, La Tierra, La Poesía). De ahí el hablante recorre el mundo
con su imaginación, por medio de esta abstracción que anteriormente
mencionamos, y el hablante mismo personifica una propuesta auténtica, un
“asumir lo propio” que vemos fielmente reflejado en el fenómeno de
descontextualización de literatura menor, y que se concretiza más en
Chihuailaf, en la imagen poética del “tulipán azul”. El hablante surge, se
asienta, recorre, vuelve, así como los procesos en torno a la literatura menor.
En
“Para sanarte vine, me habló el canelo” hace su aparición la figura del
Iniciado, aquel que debe cumplir una determinada misión por orden de fuerzas
desconocidas y poderosas, que en esta obra se caracterizan por pertenecer a La Naturaleza. El mismo poeta, explicando el
significado de su nombre señala que se traduce como “piedra transparente”, la
misma que en este poema es mencionada con la dotación propia del Canelo como
ser sagrado. Es así como el Canelo en cual ceremonia de investidura, concede
una misión compleja aunque profunda a este Iniciado con el rol de “cantor
encomendado con el caballo Azul de la palabra” y “piedra transparente”, algo
que se enlaza en la aseveración del autor: “La palabra es el monumento de
nuestra cultura [...] es el instrumento esencial del ser humano”(Chihuailaf 10’
45”). De esto se extrae que el poeta es portador de verdad, y que la verdad
proviene, en su cultura, desde el origen, de los antepasados. Sin embargo, este personaje también se
compone de sustancia humana y puede tropezar con diversos percances y valles “Más yo quise olvidar el concejo de las
Ancianas / y de los Ancianos / por eso estoy enfermo” (Chihuailaf). Es por esto que desde el testimonio de
Chihuailaf rescatamos: “Espiritualizar la realidad [...] es una misión que no
puede cumplir el ser humano pero, por lo menos [puede] hacer el esbozo” (Chihuailaf 24’ 10”). Por medio del anterior verso además
anunciamos un síntoma de cultura matriarcal, puesto que “las Ancianas” son
nombradas antes que “los Ancianos”, por ello, prevalecen figuras como la música
y el silencio, la intuición, el interior y la relación íntima con lo
natural. El extracto “Por eso estoy
enfermo ahora” podría
pertenecer a un sello de la imagen poética que reverencia al pasado y enfatiza
la disfunción en el tiempo presente, realidad que es capaz de ser enlazada con
el poema “Sueño Azul” en el verso: “Hablo de la memoria de mi niñez / y no de
una sociedad idílica”(Chihuailaf). El Canelo además es una intersección, de ahí
que se reconoce como sello territorial y punto de encuentro de realidades,
espacio de diálogo que en la cultura mapuche prevalece fundamental: “La
conversación es un arte [...] requiere por sobre todo el aprender y saber
escuchar”(Chihuailaf, 2’55”).
En
“La llave que nadie ha perdido” podemos enunciar que en él yace el “El bosque
es la Taberna Sagrada” (Chihuailaf, 43’40”).
Los primeros versos nos enmarcan una imagen global
de tentativa por parte de la Naturaleza, para atraer al hablante lírico hacia
la verdad tal como si fuera la serpiente bíblica. Se recoge en el poema un poco
de la cosmovisión mapuche, transformándose a la poesía en conducto y voz de
aquellos que están pero que es como si no estuvieran, es decir, de los
oprimidos y los muertos, pasando a ser
una especie de “vox populi” de los antepasados del autor. Por medio de esto es
posible enlazarlo con Neruda junto con las evidencias de territorialidad que en
su obra expresa (Neruda escribe por lo general desde un espacio geográfico,
explícito en sus letras como puede encontrarse en Canto General).“La poesía es el hondo susurro de los asesinados”(Chihuailaf) podría interpretarse como la violencia directa hacia
el pueblo mapuche de manera histórica en relación al Estado como también
podríamos hablar de una perspectiva más abstracta, explicando que los
asesinados son los olvidados y el homicidio intelectual para con esta etnia, ya
que casi ninguna huella de sus conocimientos ancestrales ha repercutido en
nuestra sociedad como paradigma (como se mencionó en un principio en las
fuerzas que condicionan el lenguaje y la lengua).
La
poesía es oralidad rememorativa, “Somos oralitores” (Chihuailaf, 16’05”) y es
por ello que delimita su misión en el traspaso de la verdad y lo esencial, de
ahí el título “La llave que nadie ha perdido” debido a que este conocimiento
clave/llave se ve invisibilizado (factores como el paradigma de nuestra
sociedad que ejerce presión en la lengua, por ejemplo). Sin embargo, está allí,
es propio (natural) y sólo se necesita la amplitud de los sentidos y el
escucharse a sí mismo para reconocimiento.
A través del punto recién aludido sopesamos
las palabras de Elicura “El silencio está absolutamente ligado con el escuchar,
porque el escuchar significa también escuchar la música, la sonoridad tremenda
que hay dentro de uno, esa conversación entre el espíritu y el corazón. Además
es oír, intuir, el sonido del universo porque dicen nuestros mayores que
nosotros somos una pequeña réplica del universo [...]El silencio es lo único
que permite la contemplación ” (Chihuailaf, 25’50”). La Naturaleza como
isotopía actúa, se expresa : “se acarician con sus raíces azules / y agitan sus
ramas al aire” (Chihuailaf)
y sus representaciones
saludan las señales, las veneran, “La Cruz del Sur” (Chihuailaf). Entonces la entidad explica
personificada: “La poesía es / La tristeza por el muchacho / que conserva la
lengua / pero ha perdido el alma” (Chihuailaf) asumiendo
que la compasión puede ser un intermediario en esta definición. “La poesía es
un gesto” (Chihuailaf),
la contradicción de la poesía “El día de invierno que arde y apaga” (Chihuailaf), “El canto de mis antepasados” (Chihuailaf) que no es accesible sino
volviendo al origen. La poesía sería el medio para el regreso a la verdad.
Es a partir de estas lecturas que
podemos comprobar y apreciar cómo el factor del origen y el territorio, por un
lado, es fundamental en la construcción
de identidad, y por otro, cómo se puede ver reflejado en la escritura poética.
Podemos comprobar que la estética de Chihuailaf se adhiere al fenómeno de
literatura menor en cuanto a su proceso de desterritorialización, y que
interiormente en la obra existen procesos que ejercen presión y que como
resultado se da lo que hoy en día conocemos: su poética. Muchos otros
caracteres se adhieren a caracterizarlo como literatura menor como abordamos en
el presente trabajo, pero priorizamos el hecho de que definitivamente, ésta
propuesta responde a un macro paradigma de imposición donde lo marginal y
autóctono asume su propia realidad.
Es quizás la idea de que esta
poética corresponda a una literatura menor, lo que nos permite apreciar con más
fuerza el uso de elementos que hacen alusión directa a la cultura mapuche, a su
origen y costumbres. Difícilmente nos encontraremos obra de Chihuailaf donde no
se realice el ejercicio de exponer los valores que son propios de su cultura y
reconocemos el uso de elementos de la naturaleza que si bien se encuentran
carentes de metáforas, impulsan una fuerza propia por sí mismas, lo cual se
asocia estrechamente con la realidad mítica que se describe en el trasfondo de
la obra.
Sería
interesante profundizar en los aspectos más paradigmáticos en torno a la
cultura mapuche, debido al conocimiento tan vasto y acabado que se sustenta en
su visión de mundo, desde lo cotidiano hasta las interrogantes universales que
aquejan al hombre desde siempre.
De igual manera, estas ideas podrían
ser aplicadas al momento de leer la poesía de otros poetas pertenecientes a la
cultura mapuche. De este modo que podríamos comprobar si se repite el patrón
que hemos señalado, respecto de la plasmación en la literatura de la dimensión
territorial asociada a la construcción de identidad.
Por Francya Castro / Javiera Reyes
Bibliografía
citada
Berger, P., Luckmann, T. La construcción social de la realidad.
Buenos Aires: Amorrortu, 1998.
Deleuze, Guattari. Kafka:
por una literatura menor. Madrid: Editora Nacional, 2002.